viernes, 10 de junio de 2011

Mujeres trabajadoras y actoras económicas.


Los grandes cambios sociales, culturales, económicos, tecnológicos y laborales han modificado sustancialmente la vida de las personas y sobre todo de las mujeres en este  último siglo.
La presencia creciente de las mujeres en el mercado de trabajo es seguramente uno de los fenómenos nuevos más notorios en las sociedades latinoamericanas de este último siglo. Hoy día,las mujeres cada vez menos se limitan a ser “madres-esposas”, confinándose dentro de los límites del trabajo doméstico en el hogar y el trabajo voluntario y invisible dentro de la comunidad, sino que buscan instarse activamente en el mercado laboral formal y obtener un propio sueldo y su autonomía económica.
Las mujeres buscan trabajar porque lo quieren y/o porque lo necesitan, lo que – en gran medida – depende de las urgencias económicas que experimenta los hogares a los que pertenecen. De la misma forma en que se reconoce la importancia del aporte de los ingresos laborales de las mujeres de más bajos ingresos en la superación de la pobreza de sus hogares, es igualmente sabido que sus tasas de participación laboral son significativamente inferiores a las observadas en los grupos de ingreso medio y alto.

El perfil de las mujeres empresarias y ejecutivas.
Falta información más detallada sobre el perfil de las mujeres empresarias con el objetivo de conocer mejor su situación y condición laboral, valorar adecuadamente su contribución a la economía y formular políticas que apoyen su desarrollo empresarial en iguales condiciones con los hombres. Sin embargo, diagnósticos de carácter exploratorio permiten derivar ciertos rasgos comunes de las mujeres empresarias y ejecutivas en América Latina.
Según una investigación llevada a cabo por la OIT hace algunos años, las mujeres empresarias latinoamericanas:
1)   Son de  edad media, mayor de 35 años, aunque cada vez más joven, sobre todo las ejecutivas (menores de 35 años).
2)   Son casadas, con hijos, aunque entre las ejecutivas jóvenes prevalecen las solteras o casadas sin hijos, además de haber un considerable número de mujeres separadas.
3)   Tienen  niveles educativos altos, con grados universitarios en un 50%.
4)   Dedican de su tiempo más de 48 horas semanales al trabajo empresarial y dedican menos de 30 horas semanales a las tareas del hogar.
5)   Son – en su gran mayoría – dueñas/socias de empresas micro, pequeñas y medianas (aunque en menor proporción).
6)   La  antigüedad de sus empresas es menos de 10 años y un porcentaje significativo menos de 5 años.
7)   Tienen una estrategia empresarial caracterizado por su apertura a las innovaciones, sobre todo con respecto a cambios en la organización y en las relaciones laborales, menos en cuanto a innovaciones tecnológicas.
8)   Los aspectos favorables relativos de su trabajo, que destacan las mujeres empresarias, son: la gran satisfacción que les da su trabajo, ya que les permite realizarse profesionalmente y auto-afirmarse; su preparación educacional y académica y el  estímulo de la familia y del esposo como un factor clave para desarrollarse como empresarias.
9)   Las  dificultades que experimentan son la falta de experiencia empresarial y de comercialización, la insuficiente formación empresarial específica (administración/marketing), la escasa actualización e información en temas económicos y financieros, barreras en el acceso a fuentes financieras, barreras en el acceso a redes de comercialización, falta de confianza en sí misma y obstáculos con que se topan por prejuicios sociales vinculados al “ser mujer”.
10)               Su participación gremial es considerada baja y los factores que limitan el acceso de las mujeres al gremio son sus responsabilidades familiares, la falta de tiempo, y la falta de estímulo e información por parte de las organizaciones empresariales. De hecho, al nivel de los directorios empresariales en América Latina, las mujeres constituyen sólo un 6%  y un 30% en las comisiones, según un diagnostico realizado por la OIT en 1992.


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